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El I-58 fue un submarino japonés del tipo B3, activo en la Armada Imperial Japonesa durante la Segunda Guerra Mundial.
Fue asignado
el 7 de septiembre de 1944 en los astilleros de la base naval de
Yokosuka. En 1945 fue modificado para transportar y lanzar cuatro
torpedos tripulados Kaiten, perdiendo en el proceso su pieza artillera,
el hangar y la catapulta. Bajo el mando de Mochitsura Hashimoto
(1909-2000), hundió el crucero estadounidense USS Indianapolis el 30 de
julio de 1945. Tras la guerra, fue hundido el 1 de abril de 1946.
Astillero Yokosuka
Tipo Tipo B3
Autorizado 1942
Puesta en grada 26 de diciembre de 1942
Botado 9 de octubre de 1943
Asignado 7 de septiembre de 1944
Baja 30 de noviembre de 1945
Destino Hundido el 1 de abril de 1946
Características generales
Desplazamiento 2.607 toneladas
Desplazamiento en inmersión 3.688 toneladas
Eslora 106,9 metros en línea de flotación, 108,7 metros máximo
Manga 9,3 metros
Calado 5,19 metros
Armamento • 6 tubos lanzatorpedos de 53 cm
• 1 cañón de 140 mm
• 2 cañones antiaéreos de 25 mm
Propulsión 2 hélices
Potencia 4.700 CV
Potencia en inmersión 1.200 CV
Velocidad 17,7 nudos
Velocidad en inmersión 6,5 nudos
Tripulación 101 tripulantes
Aeronaves 1 hidroavión
Equipamiento aeronaves
El I-58 estaba comandado por el capitán Mochitsura Hashimoto quien esperó que la silueta identificada como un crucero enemigo estuviera a no menos de 600 metros, ya que no quería fallar.
Minutos después de la medianoche el crucero recibió dos impactos de torpedo que sorpresivamente le lanzó el submarino I-58 comandado por Mochitsura Hashimoto. El primer torpedo dio a proa y prácticamente se desintegró esta sección, y el segundo torpedo dio en los generadores eléctricos que dejaron sin energía al resto de la nave.
Debido a que este crucero poseía un centro de gravedad elevado, se inclinó hacia estribor. La tripulación luchó por soltar las balsas, y más de 300 marinos habían perecido ahogados o muertos por el impacto de los torpedos. Finalmente el crucero se hundió en escasos doce minutos.
De los 1.196 oficiales y demás tripulantes, unos 880 lograron lanzarse con vida al mar. Comenzó entonces para ellos una de las más trágicas historias de naufragio. A primeras horas del amanecer del 31 de julio aparecieron los primeros tiburones (probablemente tiburones oceánicos de puntas blancas, y no tiburones tigre).[1] Durante 5 días, manteniéndose a flote en grupos separados, algunos utilizaron sólo con salvavidas individuales y otros balsas de goma que pudieron rescatar del naufragio. Los hombres trataban de sobrevivir al hambre, la sed, la insolación, las heridas y, sobre todo, al ataque de los tiburones. Muchos también murieron debido a las alucinaciones que la ingesta de agua salada les provocó, matando así a algunos de sus propios compañeros.
Inexplicablemente, el mando naval norteamericano en Filipinas no se percató de la ausencia del Indianápolis, que debería haber arribado al Golfo de Leyte el 31 de julio. No fue sino hasta la mañana del 2 de agosto que los náufragos fueron descubiertos, de casualidad pues nadie los buscaba, por un hidroavión Ventura PV-1 de reconocimiento en patrullaje antisubmarino.
Inmediatamente comunicó a su base «muchos hombres en el agua», radió su posición y se alejó por falta de combustible.
Un hidroavión Consolidated PBY Catalina fue enviado, y al ver los tiburones atacando se arriesgó y amerizó, logrando extraer del mar a 56 marinos. El destructor USS Cecil Doyle fue el primer buque que, ya de noche, arribó a la escena. Se contaron 316 sobrevivientes en total, entre ellos, el Capitán McVay. Para entonces las pérdidas eran de 883 hombres de mar, de los cuales, casi la mitad había sido pasto de los tiburones.
Evadiendo sus responsabilidades, el alto mando naval norteamericano utilizó de chivo expiatorio al capitán McVay y le acusó de ser responsable de los hechos. Fue sometido a un consejo de guerra y encontrado culpable por no utilizar la técnica del zig-zag al navegar hacia Leyte.
Atestiguó además Mochitsura Hashimoto, el capitán del submarino japonés de Primera Clase, I-58 hecho prisionero, argumentando que el ataque estaba hecho bajo estado bélico, que él era el cazador y el crucero hundido, la presa. Además atestiguó que si hubiese descubierto que el USS Indianápolis hubiese venido en trayectoria de zig-zag, el resultado hubiera sido el mismo ya que habría empleado sus Kaitens.
Presionado moralmente por los hechos, McVay se suicidó en 1968. A propuesta del Congreso, el Presidente Bill Clinton firmó una ley en el año 2000 que exoneró de responsabilidades al Capt. McVay por el hundimiento del crucero a su mando.
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