Monday, September 21, 2015

DKM U-176


Escala 1:400 Marca Mirage (Score 2/10)




El 15 de mayo de 1943, una escuadrilla de cazasubmarinos cubanos, integrada por el CS-11, el CS-13 y el CS-12, navegaba de Isabela de Sagua, en el Archipiélago de Sabana, hacia La Habana, escoltando a los mercantes Wanks, hondureño, y Camagüey, cubano, ambos cargados de azúcar. Las tripulaciones se encontraban en máxima alerta. Poco antes de la salida se había recibido una comunicación que informaba de un submarino avistado en superficie, al norte de Matanzas. Los buques mercantes viajaban en línea de frente, separados unas 500 yardas, ocupando el Camagüey el flanco más cercano a la costa. La escolta navegaba a una distancia de unas 750-1000 yardas. Al frente iba el CS-12 seguido por el CS-11 –que llevaba a bordo al jefe de la escuadrilla– y, finalmente, el CS-13 ocupaba la retaguardia del convoy.

A las 5:15 de la tarde, cuando las naves cruzaban frente a Cayo Mégano, apareció en el cielo un hidroavión estadounidense del tipo Kingfisher. El aparato realizó una picada y volando a baja altura describió dos círculos mientras coleteaba y apagaba y aceleraba el motor para señalar, de acuerdo con un código establecido, la presencia de un submarino enemigo. El jefe de la escuadrilla de cazasubmarinos ordenó entonces al comandante del CS-13, Alférez de Fragata Mario Ramírez Delgado, efectuar la exploración de la zona señalada por el avión.

Hace años, Ramírez relató al autor de estas líneas sus acciones en aquellos momentos. Una vez recibida la orden, el CS-13 puso proa al sitio indicado. Transcurridos unos minutos, los medios de detección hidroacústicos del cazasubmarinos tuvieron un contacto claro y preciso, a unas 900 yardas. Era el sumergible que maniobraba tratando de escapar. Se dio comienzo al ataque.

A la distancia apropiada, fueron lanzadas, por la popa del buque, tres bombas de profundidad, graduadas para que explotaran a 100, 150 y 250 pies, de acuerdo con la velocidad de inmersión calculada al submarino. Se detectaron nítidamente cuatro explosiones. La cuarta –debida probablemente al estallido por simpatía de una o más cabezas de combate de los torpedos del submarino–, fue tan contundente que el cazasubmarinos cubano sumergió en el mar toda su popa y entró agua por la escotilla del cuarto de máquinas.

En ese momento, los hidrófonos reportaron un sonido semejante al borboteo que hace un líquido al penetrar en un recipiente sumergido en él. Instantes después se escuchó un silbido que fue disminuyendo en intensidad lentamente. Eran indicios de que el sumergible había sido alcanzado. Para rematarlo, el cazasubmarinos arrojó otras dos bombas de profundidad, graduadas a 250 pies, y continuó la exploración.

Transcurridos unos minutos, se observó una mancha oscura en la superficie del agua. Desde las profundidades ascendía un chorro de una sustancia negra y viscosa que olía a petróleo. Ramírez ordenó que se recogiera una muestra de la sustancia como prueba del hundimiento. Se esperó un rato más y se continuó la exploración del área. Al no detectarse nada más, el cazasubmarinos se reintegró al convoy que, mientras tanto, había continuado su travesía.

Por razones no esclarecidas, el gobierno de Cuba en aquel entonces decidió mantener en secreto aquellos hechos. Hasta aquí, el relato que nos hiciera Mario Ramírez Delgado.

Al terminar la Segunda Guerra Mundial y ser ocupados los archivos de la Marina alemana, se pudo conocer que la nave que estaba operando en esa región y cuyo contacto se había perdido por esos días era el U-176, mandado por kapitänleutenant Reiner Dierksen.

En 1946, Ramírez Delgado, ya ascendido a Alférez de Navío, fue condecorado con la medalla del Mérito Naval con distintivo rojo. Su éxito fue, además, reconocido por el contralmirante Samuel E. Morison, historiador oficial de la Marina de los Estados Unidos, en su obra History of U.S. Naval Operations in World War II en la que elogió también la destreza y eficiencia de los marinos cubanos.

Los CS eran pequeños buques de madera, de 83 pies de eslora (largo), 45 toneladas de desplazamiento y una tripulación de 12 hombres, con una velocidad máxima de 18 nudos. Estaban dotados de una pieza artillera de 20 milímetros y 8 bombas de profundidad de 325 libras. Habían sido cedidos a Cuba, en arriendo, por el gobierno de los Estados Unidos y sus tripulaciones habían recibido entrenamiento en ese país.

El U-176, al mando del capitán Reiner Dierksen, era un submarino del tipo IXC. Tenía algo más de 250 pies de eslora y 1 540 toneladas de desplazamiento. Podía alcanzar una velocidad de 18,2 nudos en superficie y 7,3 sumergido y estaba en capacidad de bajar hasta 755 pies. Cargaba 22 torpedos (otras fuentes indican 12) y 44 minas y llevaba un cañón y dos antiaéreas. El U-176 poseía una tripulación de 53 hombres, tres menos de su máxima capacidad. Todos perecieron. Había hundido 11 barcos con un peso total de 53 307 toneladas. Al terminar la guerra, las flotillas de sumergibles alemanes habían perdido tres de cada cuatro de sus integrantes. Fue el arma con mayores pérdidas. 


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